sábado, 5 de septiembre de 2015

Encuentro

Se conocieron de una forma no muy vista. Hablaron durante meses. Nuevas anécdotas en sus vidas. Una nueva historia por empezar. Risas, llantos, sustos, peleas, enfados, celos.
El único problema: la distancia.
Ellos eran una chica tímida pero loca, alegre ante todo, madura y a la vez tan niña. Un chico más mayor que ella, tímido y a la vez tan atrevido. Eran polos opuestos en todos los sentidos.
Los nervios empezaron en un autobús, donde iba ella. A otra ciudad. Conforme los kilómetros pasaban, más nerviosa estaba. Estaba ansiosa, pero muerta de miedo. No podía imaginarse que ese momento tan esperado fuese a pasar ya. Imaginaba de 20 formas distintas ese momento. Por fin llegó a su destino. Se bajó de su asiento, del autobús, y se dirigió en busca de su pequeña maleta. Aún quedaba trayecto. Fue en busca de su parada de metro, esperó y al fin se subió.
15 minutos después llegó al esperado barrio. Cruzó un pasillo, otro, otro y otro. Escaleras arriba y a la calle. Vaya frío hacía. Pleno diciembre...
Estaba asustada de los nervios. Miró hacia un lado, miró a otro. Vio la panadería amarilla de la que habló. Pero, ¿dónde esta? Había mucha gente, no podía buscar nada. Decidió cruzar la calle e ir a la esquina de la panadería tan esperada y hablada. Pero maldito semáforo...o quizás bendito.
Ahí estaba.
Estaba justo enfrente de ella, al otro lado de la calle. Se cruzaron las miradas, y sonrieron como dos tontos. Esto le tranquilizó los nervios. El tiempo parecía haberse congelado. Estaba ahí esa persona especial por la que daría todo. La más importante de su vida.
Puto semáforo.
Al fin pudo cruzar entre la gran multitud de gente. Cuando llegó a la acera, todo pasó tan lento. Lo tenía enfrente. En su puta cara.
Era él.
Se lanzó a sus brazos como si fuese lo único que le protegiera.
Ese momento que habían esperado durante 8 meses, había llegado.
Pasaron de ser conocidos, a ser uña y carne.
Les esperaba un largo y doloroso futuro.